Vamos Pal Pantano

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Para celebrar el 2 de junio, Día Mundial de las Turberas, la artista en residencia de Para La Naturaleza, Camila Marambio, invitó a un grupo de artistas, biólogos y trabajadores del arte a pasar la tarde en un pantano de Pterocarpus dentro del Área Natural Los Frailes con la intención de conocer este humedal y comenzar un estudio transdisciplinario en torno a la identificación de turberas tropicales en Puerto Rico. Hasta el momento, se desconoce qué humedales de la isla son turberas y qué tipo de protección específica necesitan. Para ello es necesario estudiar, mapear, recorrer y distinguir tipos de suelo y su composición, sumándole al estudio del suelo la observación de la biodiversidad específica que albergan y sus dinámicas actuales con el entorno ecológico, sociocultural y el clima. 

Las turberas producen turba. La turba es materia muerta, parcialmente descompuesta y almacenada durante un largo período de tiempo en condiciones de saturación de agua. Los humedales que producen turba capturan y almacenan carbono, ayudan a regular los ciclos del agua, la purifican y sustentan una gran biodiversidad. Se estima que cubren un 3 por ciento de la superficie terrestre del planeta y, sin embargo, contienen el doble de carbono que la biomasa forestal del mundo. A pesar de su gran función ecológica, está habiendo una pérdida y degradación de las turberas. Las turberas tropicales, en particular, siguen siendo drenadas para la producción de combustible, alimentos y fibras, lo que da lugar a emisiones de gases de efecto invernadero, incendios, hundimientos de tierras, degradación de los suelos y deterioro de la calidad de las aguas superficiales. Saber dónde se encuentran las turberas tropicales facilitará su conservación, uso racional y manejo. Se considera que las turberas tropicales representan entre el 10 y el 12 por ciento del total de los recursos mundiales en materia de turberas, pero la información con relación a su extensión y ubicación dista mucho de ser completa (Joosten, 2016).

Camila Marambio introdujo la pregunta por la presencia de turberas tropicales en Puerto Rico apenas llegó a la residencia en enero del 2023. Esto debido a que ella lidera un grupo de investigación nómade llamado Ensayos que por los últimos años se ha dedicado a reconocer, estudiar, valorar y visibilizar el rol de turberas locales a nivel global, en especial por ser sumideros de carbono, repositorios de agua dulce y ancestres. El trabajo de campo lo inició junto al biólogo herpetólogo Carlos Andrés Rodríguez y el equipo de Ecodetours de Para La Naturaleza. Tras visitas a los bosques de mangle enano en Medio Mundo y Daguao, el bosque de Pterocarpus de Dorado, Zanja Fría en el Caño Tiburones , y el bosque de Pterocarpus de Los Frailes, Camila y Carlos decidieron enfocarse en este último. Hace dos semanas visitaron el Área Natural Protegida Finca Los Frailes, en el municipio costero de Loíza junto a los biólogos Edwin Figueroa y Wesley Torres. Los Frailes se encuentra en la zona de vida de bosque húmedo subtropical y provee hábitats para unas 95 especies de plantas y 49 especies de fauna, incluyendo varias especies endémicas clasificadas como de preocupación, elementos críticos o en peligro de extinción. En su primera visita ellos dejaron grabadoras de sonido con la intención de determinar si el coquí llanero habita en este humedal y quedaron de volver dos semanas después con un grupo de artistas boricuas cuyas prácticas son afines al estudio y cuidado de los ecosistemas de la isla. 

El 1 de junio, el grupo compuesto por la agroceramista, artista y activista ambiental Amara Abdal, el artista Jorge González, el artista sonoro Joel Rodríguez, la bailarina Miriam López, la historiadora del arte chilena y Ensayista Carla Macchiavello, el herpetólogo Carlos Andrés Rodriguez, el especialista en crustáceos y ecología riverina Wesley Torres, el planificador ambiental Edwin Figueroa y Camila Marambio, visitó el sitio con la intención de recoger las grabadoras y hacer la primera extracción de un núcleo de turba, para así iniciar un mapeo sonoro, visual y arcilloso del lugar. Antes de entrar al pantano se preparó una mesa al borde de la vereda y realizó una challa, un ritual de agradecimiento de origen aymara, en que cada participante fue presentándose y a los instrumentos de trabajo que traía. Grabadoras de sonido, hidrófonos, cámaras fotográficas, cuadernos, mapas, maderas, conchas, pulseras, mambe, rapé, frutos, oídos y ojos, aguas fueron ofrecidos en agradecimiento y compromiso con el cuidado de las turberas. Una vez adentrados en las aguas del pantano, caminando entre palos pata de pollo y materia orgánica en descomposición hasta encontrar una zona alta más seca, se realizó una muestra del núcleo de turba. En el trayecto se fueron compartiendo conocimientos de la biodiversidad de turberas, la arcilla y los suelos, los bosques, la historia de las haciendas en la zona y el cimarronaje en los manglares. Jorge González compartió una carta de María del Rosario, mujer esclavizada que en 1871 pide su liberación. 

La visita al pantano concluyó con un trabajo de escritura en torno a los sueños de la turbera y una lectura del Acuerdo de Venecia. Esta es una declaración que busca proteger las turberas alrededor del mundo a nivel local, y reconocer que cada turbera local tiene un impacto global en la mitigación del cambio climático y el bienestar de los ecosistemas.

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